Francia 1938: un Mundial de pocos países
Por Héctor Suárez para el www.elchorrillero.com
Por imposición, la FIFA organizó la segunda copa consecutiva en Europa, más allá de que le correspondía a Argentina. Boicot de América y sólo acudieron Brasil y Cuba. Asistió un país asiático: Indias Orientales Holandesas
Nacía la fotografía a colores. La muerte de los poetas argentinos Alfonsina Storni y Leopoldo Lugones, ambos por suicidio, estremecía al mundo literario en Sudamérica. En Italia se redactaba el manifiesto de las leyes raciales. Adolfo Hitler unificaba un nuevo orden de la Alemania Nazi, y en París, donde Picasso exhibía su Guernica –un óleo sobre lienzo pintado en blanco y negro con matices grises–, se inauguraba el Mundial de 1938.
Luego de Uruguay 1930 e Italia 1934, la secuencia preestablecida suponía como sede a un país sudamericano. No obstante, las garantías dadas por Francia para mejorar sus estadios y la presión, sobre todo, del presidente de la FIFA, Jules Rimet para llevar la competencia internacional a su región, determinaron un cambio en las reglas. La reacción de las selecciones americanas, que consideraban injusta la celebración en Europa de dos torneos seguidos, fue unánime. Así, sólo Brasil (que tenía intenciones de ser anfitrión en 1942) y Cuba acudieron como invitados.
En 1934 al establecer la organización del siguiente Mundial en Francia, surgieron problemas para la FIFA: Argentina, uno de los favoritos para ser anfitrión, se abstuvo de inscribirse con total desencanto. Uruguay, aún con el enfado por la actitud de los europeos ocho años atrás, renunció por segunda vez consecutiva a participar. España, que fue eliminada en 1934 por el apoyo arbitral a Italia, se encontraba desde 1936 en una sangrienta Guerra Civil que le impidió ser parte de la cita mundialista.
Los acontecimientos sociopolíticos en Europa trajeron como consecuencia la invasión de la Alemania nazi a Austria, desapareciendo como país e impidiéndole que su selección pudiera participar en el certamen. La mayoría de sus jugadores fueron incorporados al cuadro germano.
Finalmente, sin olvidar la ausencia de China y Japón (enfrentados en la Segunda Guerra sino-japonesa), de los 69 países considerados originalmente quedaron sólo 15. Fueron 12 europeos, incluyendo al local Francia y al campeón defensor Italia, calificados automáticamente por primera vez; más dos americanos: Brasil y Cuba, y un asiático, Indias Orientales Holandesas. Fue el menos Mundial de todos los mundiales.
Se pusieron de moda las camisetas con cuello V entre los futbolistas. Algunos porteros utilizaban gorra y, los más innovadores, hasta rodilleras. El entonces presidente de Francia, Albert Lebrun, fue el encargado de dar la patada inicial en el estadio de Colombes, pero antes de darle a la pelota le pegó al suelo.
En un partido de octavos de final, Brasil y Polonia se enfrentaron bajo relámpagos y una lluvia furiosa. Léonidas, uno de los mejores jugadores de la época, se cansó del barro provocado en la tierra y, para quitarse peso de los pies, se sacó los botines y los echó fuera del campo.
El goleador brasileño quería jugar descalzo, pero se lo impidió el árbitro. Poco después, en una jugada circunstancial, Leónidas perdió un zapato en medio del área rival y con un pie descalzado hizo un golazo. Así, Brasil, que fue de los equipos más vistosos del torneo, se impuso 6-5 en tiempo extra, pero cayó en semifinales ante Italia. Jugó el partido por el tercer lugar y lo ganó ante Suecia (4-2).
Cuba se convirtió en la primera selección de Centroamérica que llegó hasta instancias finales. Terminó su participación en los cuartos de final ante los suecos (8-0), que ya no contaron con la misma suerte ante Hungría en semifinales (5-1).
En la final se encontró Italia con los húngaros. Algunos aseguran que, antes de saltar al campo, los jugadores italianos recibieron un telegrama firmado desde Roma por Mussolini, con letras remarcadas: “Vencer o morir”. No hubo necesidad de esto último. La escuadra azzurra se impondría 4-2.
Al día siguiente, los campeones del mundo vistieron uniformes militares en la ceremonia de celebración que el dictador dirigió. Szabo, el portero de Hungría, envió un gesto solidario tras la derrota: “Me hubiera dejado hacer cuatro goles con tal de salvarles la vida”.